viernes, julio 17, 2009

'En un rincón cerca del cielo'. Un libro de necesaria lectura.

En un rincón cerca del cielo. Entrevistas y testimonios sobre el SIDA en Cuba (Aduana Vieja, Valencia 2008) .Autor: Miguel Ángel Fraga.
Fue a partir de los problemas familiares, discusiones muy serias con el tío, que ella decide inocularse el virus en la sangre. Con una jeringuilla añade. ¿Quién te dio la sangre? Unas amistades. ¿Del sanatorio? No, de la calle. ¿Las conocías? Naturalmente. ¿Sabías que eran seropositivas? Sí. ¿Se prestaron voluntariamente o tú le compraste la sangre? Si no tenía dinero para comprar pastillas cómo iba a tener para comprar sangre. ¿Sabías de antemano que existían otras personas que ya se habían inoculado el virus? Por supuesto. ¿Era tú intención morir? Sinceramente no sé.
Entrevista a María Isabel Ramírez (paciente)
En aquellos momentos nadie tenía que ver con nadie y en estas situaciones, tú imaginas los conflictos que se forman. Yo limpiaba el baño y luego llegaba una y botaba una íntima sin envolver. Cosas muy desagradables. Dormíamos en literas, hacinadas, teníamos que comer en el comedor obligadas, a una hora fija. Además, te inyectaban el interferón todos los días, y dos veces por semana, el factor de transferencia. Tenías que andar con un termómetro porque cada una hora te tomaban la temperatura. Vivías con una tensión increíble: ay, la temperatura; ay, la hora de la inyección; ay, el almuerzo. La gente madrugaba porque tenían que administrarle el interferón a las cinco de la mañana. Y como teníamos fe, nos inyectábamos porque pensábamos que con eso nos íbamos a curar. Pero la fe fue decayendo cuando vimos los resultados: igual la gente enfermaba y moría. En esa etapa no salíamos de pase. Ingresé en junio y mi primer pase fue el treinta de noviembre, después que Senen Casas y Rosa Elena Simeón dijeron que saldríamos de pase cada veintiún días. Hasta enero del ochenta y siete no nos pusieron el pase cada quince días con acompañante.
Entrevista a Caridad César (paciente)
¿Has odiado alguna vez?
No sé si será odio ese rencor que siento desde hace muchos años. A veces me lo tratan de justificar y hasta yo mismo me digo: bueno, me han mantenido aquí alargándome la vida eso es relativo. Quizá no he muerto gracias al sanatorio, pero al estar aquí, aunque me hayan salvado corporalmente un tiempo, me mataron como ser humano.
Entrevista a Tomás Borbonet (paciente)
Libros como los de Miguel Ángel Fraga retuercen nuestra conciencia cívica; nos convierten en carceleros anónimos que coadyuvamos, directa o indirectamente, a una política de salud errada, absolutamente arcaica, medieval.
(Mirta Suquet. Rostros del VIH/SIDA en la literatura cubana: construcción de una identidad entre la sujeción y la oposición. Ponencia presentada en el IV Congreso Internacional sobre Creación y Exilio, Con Cuba en la Distancia.)
En un rincón cerca del cielo habla sobre el encierro en el hospital y la disciplina que allí imponen las autoridades sanitarias, representantes del poder político y del capital ético imperantes. Aquel microcosmos expresa, como pocos libros de nuestro país, las grandezas y miserias nacionales de estos últimos cincuenta años.
(Rafael E. Saumell. Ph.D. Professor of Spanish Department of Foreign Languages, SHSU.)
Soy un lector apasionado y comencé a leer el libro un sábado a las 2:00 de la tarde... y no pude parar de leerlo hasta terminarlo bien entrada la madrugada. Sin duda alguna estaba en presencia de una joya que vale la pena coleccionar, que vale la pena leer y volver a leer, una lectura obligada. ¿Cómo lo calificaría? Impactante, dramático, testimonial, humano… una denuncia social.
(Jorge Félix. En un rincón cerca del cielo. Una lectura obligada. Semanario digital “El Veraz”.)
En su libro En un rincón cerca del cielo, Fraga vuelve a enfrentarse con su internamiento en el sanatorio de Santiago de las Vegas. En Cuba lo hizo mediante cuentos, ahora usa varios géneros literarios al mismo tiempo: ensayo, testimonio, diario y trabaja con entrevistas. El ensayo nos presenta el mundo del sanatorio, nos da informaciones sobre la política sanitaria y el tratamiento en el sanatorio. Los fragmentos del diario le dejan participar al lector en la situación sentimental de Fraga en aquel tiempo. Con las entrevistas y los testimonios nos deja participar en el mundo de los pacientes, pero también de los funcionarios. Los testimonios le permiten al lector entrar en un mundo desconocido y verlo desde varias perspectivas. (...) Posiblemente es la única manera de prestar su voz o mejor dicho su letra a la gente sin rostro y sin propia historia dentro de un sistema socialista.
(Artur Budnik. La literatura cubana sobre el SIDA en Cuba y en el exilio. Ponencia presentada en el IV Congreso Internacional sobre Creación y Exilio, Con Cuba en la Distancia.)
Cuando leamos las páginas de este libro, veremos que la lucha no es personal, que nada tiene que ver con la libertad y la justicia, que son palabras que nadie entiende con exactitud. Cuando Miguel realizó sus entrevistas, su propósito era que los afectados expulsaran sus sentimientos con palabras que nos golpean el rostro; para decir lo que es la humanidad; para destrozar el mundo que hemos creado. (...) Con su nuevo libro, Miguel Ángel Fraga va hundiendo cada vez su huella en la literatura que nos sorprende, que nos deja callados, anonadados por la madurez de su estilo y por las excavaciones que hace en el lado oscuro de nosotros mismos.
(Jorge Tarride. El Tabo. Chile.)
En un rincón escuchamos más que leemos las historias de discriminación, de vejámenes, contadas por los propios enfermos, pero también de resistencia, de solidaridad, y de afirmación humana. A esto hay que añadir los valiosos anexos, sobre todo en lo concerniente a la información estadística, que hace de este libro uno de imprescindible consulta para todos los interesados en la investigación del SIDA en Cuba.
(La Habana Elegante/ segunda época/ Invierno/ Ecos y Murmullos.)
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